TODA UNA VIDA
Vi en color sepia familias numerosas, vi casas grandes, vi inmensos jardines, vi niños jugando en las calles, vi la proeza del siglo: El aterrizaje de Apolo 11 en la luna, vi la televisión en blanco y negro, vi el progreso tecnológico en la roseta tipográfica de la máquina de escribir eléctrica, vi una sola bicicleta por familia, vi la leche en botellas de vidrio con tapas en papel de estaño, vi al lechero, vi la llegada triunfal de la televisión a color, vi tareas sin computador, vi noviazgos sin chat, vi al cartero, vi su silbato y su bicicleta, vi la ansiedad deliciosa de esperar una carta los miércoles en la tarde, vi la velocidad en un telegrama, vi el tornamesa, vi a los Beatles tocando en un long-play, vi el telex, vi entrar el microondas por la puerta principal y vi, por el patio trasero, salir las legendarias tradiciones al rededor de la mesa, vi la privacidad del hogar sin celulares, vi hippies sin piercings, vi levantarse a una generación con sueños y esperanzas.
Vi la fragilidad de una amistad, vi mis ilusiones desvanecerse, vi pasar los días con sus noches esperando una llamada, vi la angustia ante el futuro incierto, vi una adolescencia turbia, solitaria y melancólica, vi una carrera universitaria en una cuadrícula exacta, con una y solo una respuesta verdadera, vi monótona y aburridora la vida laboral, vi confusos mis sueños, vi desasosiego y desesperanza.
Vi crecer a Bogotá sin proporción alguna, vi levantarse bloques de ladrillos sobre las ruinas de las viejas casas, vi marcharse a mis amigos del barrio, vi modernas torres llenas de desconocidos, vi las calles en donde jugaba llenarse de tráfico, vi demoler el pasado de una ciudad.
Vi el sabor de Colombia en todo su ancho, vi su colorido en cada carnaval, vi su aroma en cada colombiano, vi el éxtasis en cada paisaje, vi algo mío en cada rincón, vi a Cupido en la Laguna Verde del volcán Azufral, vi un sendero, vi flores, vi al sol irradiando una luz mas brillante, vi una fuente, vi un gallinazo vestido de papagayo, vi el sol de los venados sobre una tarde gris, vi la noche impregnada con aroma de nardos, vi la ternura de un hombre, y el calor de un abrazo, vi el final de brujos y hechiceros que leyeron mi mano.
Vi la Iglesia vestida de amarillas flores del campo, vi crecer a mis hijos en mis entrañas, vi el nudo ciego que nos ata a ellos, vi a Simón agarrando el fonendoscopio, vi a María con su pijamita de color salmón, vi el pequeño corazón de Luisa conectado a un monitor, vi la impotencia sentada en la sala de cuidados intensivos, vi la Fe en los ojos de Juan Andrés, vi a Dios Todo Poderoso en la vida de Luisa, vi a Juan Martín durmiendo en su coche, vi el sexto sentido, vi el privilegio de la maternidad en la mecedora, vi estremecerse mi alma oyendo “mamá”.
Vi el balanceo de los primeros pasos, vi caídas y heridas, vi costuras y fracturas, vi pañales y teteros, vi llantos y noches en vela, vi piñatas y bombas, vi espaguetis con pollo, vi mi infancia de nuevo , vi en mis hijos a mis mejores maestros, vi el cansancio, vi la rutina, vi el límite de mi tolerancia, vi una primavera después de cada invierno, vi la luz que se irradia al ser lo que uno es llamado a ser.
MARIA FERNANDA POMBO